En 2004, a raíz de que un familiar me regalara el DVD de la película Tuno negro, estrenada en 2001, el cual, entre los distintos contenidos extra, incluía una pista para DVD-ROM con notas de producción, entrevistas al equipo técnico y artístico y curiosidades sobre la película, decidí enviarles sendos correos electrónicos a los directores, Pedro L. Barbero y Vicente J. Martín, para felicitarles por su trabajo y decirles que me había gustado mucho. Yo pensaba que no iban a hacerlo, pero los dos me respondieron muy amablemente para darme las gracias y me dijeron que había sido la primera persona en tener ese gesto, algo que les hizo mucha ilusión. Y más ilusión me hizo a mí que me lo dijeran ellos.
El caso es que recordando aquella anécdota y enlazándola con el contenido de esa pista para DVD-ROM, en esta entrada transcribo, ya que no la he encontrado en ninguna otra web, una interesante entrevista incluida en dicha pista del DVD, realizada a ambos directores hace unos diecisiete años ya, en la que desentrañaban diversos aspectos relativos a su ópera prima como guionistas y directores.
Sé que Tuno negro es una película muy criticada que a muy pocos gusta. Pero eso me da igual. A mí es una cinta que, por distintos motivos, con sus aciertos y sus errores, me trae muy buenos recuerdos y me gusta mucho, por lo que disfruto bastante cada vez que la veo. Es por ello que también me apetecía crear esta entrada.
Sé que Tuno negro es una película muy criticada que a muy pocos gusta. Pero eso me da igual. A mí es una cinta que, por distintos motivos, con sus aciertos y sus errores, me trae muy buenos recuerdos y me gusta mucho, por lo que disfruto bastante cada vez que la veo. Es por ello que también me apetecía crear esta entrada.
NOTAS DE PRODUCCIÓN
Tuno negro es una película de terror y misterio enmarcada en el ambiente universitario y de colegio mayor dentro de una ciudad plenamente estudiantil como es Salamanca. Nuestra historia propone la unión de la tuna, elemento arcaico por excelencia y que sobrevive desde el siglo XIII, y la mezcla con algo tan moderno y símbolo del futuro como es internet. Un asesino psicópata infiltrado en la tuna que elige sus víctimas a través de la red.
Con la noche y la juerga desmadrada como cómplices, el Tuno negro comete sus crímenes con una pauta simple: morirán aquellos que sean los peores estudiantes de cada clase. El último no pasará de curso... ni tendrá la opción de repetir. El Tuno negro es la solución definitiva a los problemas de masificación de la Universidad Española. «Este año tienes un motivo más importante para aprobar...».
Tuno negro es una película escrita y dirigida por Pedro L. Barbero y Vicente J. Martín, dos madrileños que llevan más de diez años repartiendo su tiempo entre el cine y la televisión, medio para el que han trabajado habitualmente.
CONVERSACIONES CON LOS DIRECTORES
«Nos conocimos durante el Festival de Cine de Zaragoza». Explica Vicente. «Nos gustaba hablar con frecuencia del cine de terror. Y un día pensamos escribir juntos un guion para una película que nos sirviera para desintoxicarnos del trabajo de la televisión. Hasta veíamos posible llegar a venderlo y dirigirlo».
«Pero siempre pensando en algo de terror, que fuera comercial». Señala Pedro.
«Andábamos buscando un personaje o una idea especial para la película». Recuerda Vicente. «Y un día Pedro propuso a un tuno, un tuno asesino. Y, a continuación, se nos ocurrió que contactara con sus víctimas a través de internet. Nos pareció interesante esa mezcla de tradición y tecnología».
«Estaba en el café comercial con un amigo cuando entraron unos tunos». Afirma Pedro. «Parecían mayores y él dijo: "Seguro que son tunos negros". Me explicó entonces lo que era un tuno negro. Las anécdotas sobre ellos surgieron de un amigo con el que trabajé y que era tuno. Cada lunes llegaba con una distinta que le había pasado...».
El rodaje de Tuno negro se desarrollará a lo largo de ocho semanas en tres localizaciones, Alcalá de Henares, Madrid y Salamanca, ciudad en la que está ambientada la mayor parte de la historia. Y de la que Vicente, Pedro y el equipo artístico de la película (dirigido por Wolfgang Burmann, en cuyos créditos figuran La flor de mi secreto de Pedro Almodóvar, Tesis de Alejandro Amenábar y Remando al viento de Gonzalo Suárez) hablan con entusiasmo.
«Elegimos Salamanca porque es una de las ciudades más bonitas que hay». Asegura Vicente. Es una ciudad pequeña, pero con un encanto muy especial. De día es muy bella pero cuando se hace de noche se vuelve inquietante. Salamanca, como Santiago de Compostela, son ciudades consagradas a la universidad, con un ambiente muy joven. Además, desde que empezamos a localizar y a solicitar permisos en la ciudad, nos han dado todas las facilidades para que pudiéramos rodar allí».
La Catedral de Salamanca, la Universidad, los bares frecuentados por los estudiantes a lo largo de cualquier curso y, sobre todo, sus calles, servirán de telón de fondo verídico a una historia para la que resulta fundamental conseguir un ambiente muy especial, una atmósfera siniestra.
«Nosotros queríamos que la historia de Tuno negro se desarrollara en un lugar muy cerrado, en el que tuvieran aún más repercusión los asesinatos y las persecuciones». Dice Pedro. «En un sitio como Salamanca, cuando vuelves a tu casa después de las clases –en este caso casi siempre a un colegio mayor–, no te queda más remedio que seguir con la misma gente, irte de copas con ellos, encontrártelos por la calle. Es un auténtico microcosmos donde las muertes de los alumnos caen como un bombazo. Por un momento, se barajó la idea de ambientarla en Madrid. Pero en Madrid las cosas son distintas: mucha gente es de la ciudad y conserva sus amigos de toda la vida, no resulta tan fácil coincidir en los lugares de copas... en Salamanca todo el tiempo estás en lo mismo, y eso no te permite desconectar».
«Para nosotros es un orgullo decir que vamos a hacer una película de miedo». Declara Pedro.
«Que la gente se asuste en la sala, que la chica se agarre al chico y este aproveche para darle un beso. Eso es lo que queremos. Que lo pasen mal, o bien, según quieran llamarlo». Apuntilla Vicente.
Quizá por ello, los directores de Tuno negro no han dudado ni un minuto en aprovechar al máximo las posibilidades de un enclave como la célebre ciudad universitaria castellana.
«Nos parece fundamental sacarle todo el partido al hecho de que vamos a rodar en una ciudad que existía ya en el siglo XII, muchas de cuyas calles permanecen prácticamente iguales que entonces». Dice Vicente. «Es algo que nos distingue de las películas sobre psicokillers que estamos acostumbrados a ver. Disfrutamos con detalles como que cuando los policías acuden a hacerse cargo de un caso, van a pie porque las distancias son cortas. Todo parece más físico en un lugar pequeño y arcaico. Por otra parte, Salamanca es una ciudad en la que no parece que haya delincuencia y, sin embargo, anochece, te metes por una calle determinada y el entorno te impone».
«El miedo viene de los sitios, no de las personas...». Afirma Pedro.
Pero rodar en enclaves naturales protegidos por su valor histórico también obliga a ceder en algunos aspectos. Cuando el equipo de la película empezó a localizar, la historia ya se había plasmado en imágenes, las dibujadas por David Moscat en el storyboard original, según instrucciones muy precisas de los directores.
«Sí, el storyboard ha variado un poco desde que se dibujó hasta ahora. Explica Pedro. «Las localizaciones reales impiden ciertas cosas. Pero te dan otras mucho más interesantes de lo que habíamos pensado. El tiempo con frecuencia no permite que se hagan los siete u ocho movimientos de cámara que teníamos pensados para una determinada secuencia. Es normal. Pero visualmente la tenemos muy clara, queremos que sea una película muy gótica».
A lo que Vicente añade: «Lo fundamental de la película, de todas formas, es la historia, que lo que se está contando dentro de esos cuatro lados llegue a enganchar. Si nos sale una película con una fotografía más o menos bonita, nos parece secundario. En el fondo este tipo de cine se basa en muchos planos, mucha acción –porque esta película también tiene acción–, y una historia que enganche».
EL EFECTO INVISIBLE
«La comunicación es la base para poder llevar a la pantalla lo que teníamos en la cabeza. Y en este apartado habría que destacar a Carlos Suárez. Él ha interpretado a la perfección el tono de la historia». Remata Pedro.
Carlos Suárez, director de fotografía de la película y responsable también de que la imagen de títulos como Una pareja perfecta, El portero, El río de oro o Remando al viento, sea todo lo fluida que precisa una producción de esta complejidad.
«Se trata de una película un tanto atípica para tratarse de una producción española». Afirma Luisa García, directora de producción de Tuno negro. Lo dice una profesional del cine que ha estado al frente de numerosos rodajes españoles desde 1995, y en cuya filmografía figuran, entre otros títulos, El portero, Segunda piel, Go for Gold, Fotos o Lejos de África.
«La película precisa procesos de internet muy complejos para determinadas secuencias, y para conseguirlos vamos a experimentar la combinación de cine, vídeo y efectos digitales». Señala la directora de producción. «En otras escenas, en cambio, necesitamos los efectos especiales combinados con los digitales para proteger nuestro legado histórico. Hay localizaciones en las que, lógicamente, no se puede dañar ni una piedra porque es Patrimonio de la Humanidad. Son secuencias que no se podrían rodar sin trabajar codo con codo entre varios departamentos y, sobre todo, sin la ilusión que demuestran los diferentes equipos».
Pero a los directores les gustaría dejar muy claro que Tuno negro no es, en ningún caso, una película de trucos visuales.
«Si la gente nos dice que tenemos unos efectos estupendos, lo habremos hecho mal, porque esto no es La guerra de las galaxias. Tienen que estar ahí, pero no se tienen que notar. Aquí no hay marcianos, ni gente bajando del cielo, todo debe ser muy cotidiano. Una pesadilla real». Destaca Pedro.
Poco a poco, el cine español se está acostumbrando a ver que tras la cámara hay no uno sino dos directores. En el caso de Tuno negro no se han limitado a escribir el guion a cuatro manos, también se han enfrentado juntos al trabajo de preproducción y al rodaje.
«Entre dos siempre puede surgir una pregunta inteligente y una respuesta inteligente». Señala Vicente. «Nuestro sistema de trabajo ha sido el siguiente: planteamos la historia juntos, desarrollamos la escaleta juntos y, una vez que habíamos llegado a ese punto dijimos, de aquí para acá tú, y de ahí para allá lo hago yo. Luego se intercambian los materiales, se establecen las discusiones y se pule el conjunto hasta llegar a la versión del guion que haga falta».
Tanto el equipo técnico como el reparto de la película coinciden en señalar que funcionan como puntos de vista complementarios. Tanto es así, que a la hora de profundizar en las razones que les han llevado a los actores que protagonizan la película, se ceden la palabra mutuamente.
«Álex es una chica de mirada inteligente, enamorada de lo que hace pero sin alardear de lo que sabe o lo lista que es. Se trata de una mujer entre hombres. Silke tiene esa mirada que no te permite adivinar lo que está pensando, como muy infranqueable. Por otra parte, queríamos que fuera una interpretación muy física y ella, pese a ser muy femenina, tiene un lado masculino y así resulta creíble verla combatir con un hombre. Hubo pocas dudas. Además, ella era cinturón verde en Tae Kwondo, y no le ha costado prepararse físicamente para el personaje». Dice Pedro.
«Para Edu queríamos un perro viejo, cinematográficamente hablando», explica Vicente, porque se trata de un personaje complejo, un tipo que no acostumbra a hacer cosas muy éticas y que, al mismo tiempo, tiene la capacidad de caer bien, a pesar de todo. El actor debía dar la imagen de alguien que se las sabe todas. Jorge Sanz es perfecto para Edu».
«En cambio, Víctor es un policía muy joven, todavía por madurar, que se toma el caso como algo personal. Tiene la energía del novato y su trabajo le absorbe hasta tal punto que tiñe todos los aspectos de su vida». Empieza Pedro. «Víctor no distingue dónde termina el trabajo y dónde empieza su vida personal, y se identifica bastante deprisa con la chica. Fele Martínez da esa impresión de policía muy joven que observa a los posibles tunos negros como si también él formara parte del grupo de estudiantes. Se integra en el caso y en el entorno con la convicción de que esa cercanía le ayuda a controlar la investigación». Termina Vicente.
Deliberadamente, los directores hablan en último lugar de dos elecciones que no pasarán desapercibidas para el espectador, por diferentes razones.
«Uno de los personajes más interesantes es el Trucha: inteligente, culto, con dos carreras, un tipo aislado en medio de una panda de vividores que se siente fuera de lugar. Hemos elegido a Patxi Freytez, que ha trabajado en Todo sobre mi madre. Y el deán, Don Justo, es Eusebio Poncela, un actor que, sin duda, sabe cómo darle al personaje ese punto oscuro, entre el bien y el mal».
Hay un personaje, sin embargo, sobre el que los directores no hablan en público, Arancha, interpretado por Maribel Verdú, y que tiene un peso específico en la trama.
Por último, está el Tuno negro. El asesino que da título a la película. Pedro L. Barbero y Vicente J. Martín mantienen en secreto la identidad del Tuno negro. Ninguno de los actores ha leído el guion hasta la escena final.
ENTREVISTA A LOS DIRECTORES
¿Por qué un tuno asesino? ¿Os ha quitado la tuna alguna novia?
Vicente: «No, no nos han hecho nada. La tuna es algo tan antiguo que nos parece que, si sigue existiendo en nuestros días, debe tener gancho».
Pedro: «Además, la tuna es algo que no deja indiferente a nadie. En general, o has sido tuno u odias la tuna».
Vicente: «Y, además, siguen teniendo éxito con las mujeres. Les oyes hablar y, sean como sean, la consiguen. Algo tienen que tener».
Pedro: «Es una forma de vida un tanto atípica también. Ganan una pasta con lo que hacen, pero la mayoría se ponen una máscara cuando ejercen de tunos. Por separado puede que sean tímidos, pero cuando están juntos se convierten en otra persona. Es una forma excelente para integrarte cuando llegas a estudiar de fuera».
Vicente: «La universidad americana nos enseña siempre las famosas hermandades en las que se organizan fiestas en las sedes de dichos clubes y que acaban de cualquier forma. Por supuesto, son el escenario de numerosos asesinatos. Nosotros tenemos las juergas de la tuna, sus rondas nocturnas, que convierten en juegos de guardería las movidas estudiantiles yankees. Por otra parte, los tunos son conocidos por sus 'asaltos' a colegios mayores exclusivamente femeninos y en los que ocurre de todo».
Tuno negro combina cultura ancestral e innovación tecnológica. ¿Tiene más presencia la red o la Inquisición en la historia?
Vicente: «Nos pareció que era muy adecuado para el personaje que utilizara la red para captar a sus víctimas, porque internet es un medio en el que cualquiera puede hacer ostentación de lo que desee, incluso de matar».
Pedro: «Sí, pero además, esta película tiene ese poso de cultura arcaica que no tienen las películas americanas, nosotros podemos hablar de nuestros antepasados porque tenemos una mítica que ellos no tienen, podemos referirnos a cosas que ocurrieron hace cinco, siete siglos. Cuando el cine americano quiere hacer esto, se tiene que ir a Egipto, porque no lo encuentra en su propia historia».
Vicente: «Sin embargo, nosotros salimos a la calle y lo tenemos en las paredes. En Salamanca puedes seguir dando clase donde enseñaba Fray Luis de León. Con colocar a los personajes allí, ya tienes parte de la película. Para nosotros, esa ambientación es algo del día a día. Internet también está tratado como algo cotidiano para los estudiantes, sencillamente hemos cambiado el teléfono por el chat».
Pedro: «Por eso, todo lo que se cuenta relativo a la red e internet es absolutamente posible y constatable. No hay ficción en este terreno».
¿Por qué no hay psicokillers en el cine español?
Vicente: «Sí, hemos tenido. Juan Piquer Simón con Mil gritos tiene la noche y Narciso Ibáñez Serrador, que rodó La residencia, han hecho interesantes películas sobre psicokillers, lo que ocurre es que nadie se lo ha reconocido».
Pedro: «Es una cuestión de carácter y una realidad social. En Estados Unidos, por ejemplo, un tío se mosquea, coge un rifle, se mete en una hamburguesería y provoca una masacre. Aquí, o se pega un tiro o se pelea directamente con quien sea. Lo exterioriza. Y la mayoría de los casos se deben a una enfermedad».
Vicente: «En la vida real hemos tenido algunos, como el tipo aquel de Santander que mataba ancianas, o el mendigo asesino, un tipo que se movía por mi barrio e iba a la iglesia los domingos, alguna vez incluso le pidió limosna a mi padre. Pero el fenómeno del psicokiller es muy anglosajón».
Pedro: «Cierto, es de gente muy cerrada. Aquí nos cabreamos, y bajamos a un bar a pelearnos. En las grandes ciudades norteamericanas, la gente se mete en sus propias películas. En España, hacemos como en Puerto Hurraco, sacamos la pistola y vamos a por el que sea. Pero eso va a cambiar con el Tuno negro».
Vosotros manifestáis con orgullo que estáis rodando una película de sustos. ¿Por qué no se hace más cine de género en España?
Pedro: «El cine en España ha estado muchos años alejado del público. Nadie concebía hacer una película sobre psicópatas, no tanto porque no los hubiera en la vida real, sino porque nadie quería imitar a los americanos».
Vicente: «Y había un prejuicio claro contra el cine de género. Estaba mal visto hacer una película durante cuya proyección se pudiera comer palomitas. Y de la misma manera, el género se consideraba literatura barata. Si alguien se atrevía a rodar una película de terror, había que decir que era de terror psicológico. No de sustos».
Un asesino educado en la fe católica, acostumbrado al espectáculo de la muerte en procesiones y retablos, ¿es más sofisticado?
Vicente: «El catolicismo lo que crea es una sensación extendida de pecado, de que “esto no se puede hacer”. Y, entonces, como respuesta a esa prohibición, surge la tentación de pasar por encima de lo que no se puede hacer».
Pedro: «La doble moral sigue muy presente en la vida española. No tienes más que ver lo que ha ocurrido con Tómbola: todo el mundo venga a criticarlo y ahí están para desmentirlo los índices de audiencia. Precisamente los católicos son los que fomentan los escándalos, el síndrome del pecado y el estado de represión que facilita la aparición de personajes como los psicokillers. Ahí está Dogma de Kevin Smith, dejando claro que hay que creer en un dogma para poder escandalizarse cuando se niega».
Vuestro psicópata mata de acuerdo con secuencias muy pensadas, nada de un cuchillazo tonto. ¿Es esta una película gore o no mancha?
Pedro: «En absoluto, en esta película lo que importa es cómo el asesino persigue a la chica. Es una película donde la ausencia de la sangre lleva al espectador a imaginar muchas cosas».
Vicente: «El fuera de cuadro es fundamental en el cine de terror. Más que la sangre. Aunque hay una secuencia en la que gastamos varios litros de sangre».
¿No es una elección moral ni estética?
Vicente: «El gore está completamente pasado de moda. Ha perdido el impacto visual. Aunque a mí me gusta».
Pedro: «Echa un vistazo ahora a la saga Viernes 13 y verás que está desfasada. Lo que funciona en pantalla es la persecución, el clima, incluso el susto, y no ver cómo le sacan las tripas a nadie».
Vicente: «El gore nunca ha vendido, ha sido más un fenómeno surgido a raíz de títulos como Re-Animator, que fue un éxito. Pero la gente tampoco paga por ir a verlas al cine, son un fenómeno de vídeo».
¿Qué ventaja tiene escribir a cuatro manos?
Vicente: «Muchas veces quedan cosas sueltas que, si estás escribiendo solo, se te pasan. Tienes más oportunidades para llegar al porqué de las cosas».
Pedro: «En este caso, al tratarse de una película de género, lo más difícil eran las escenas reales cotidianas. Esas situaciones que tenían que darle un contenido de realidad a la historia nos han exigido afinar más. A menudo son secuencias que ralentizan la acción, y hay que compensarlas con una información extra. Lo difícil no es que este tipo de situaciones sean lógicas, sino que lo parezcan en pantalla y no aburran. En esos momentos, nos ha venido muy bien tener dos cabezas».
Y a la hora de dirigir, ¿optasteis por dividir funciones o por la unanimidad?
Pedro: «Nos hemos dado cuenta de que en cine se tarda mucho tiempo en hacer las cosas, y eso nos permite hablar los dos con el director de fotografía, por ejemplo, pensarlo bien e intercambiar opiniones sin que el rodaje salga perjudicado. En el montaje, en cambio, Vicente es más partidario del método tradicional de cine, y yo le veo las ventajas al Avid y el digital. Vicente ha trabajado más en el mundo del cine, y yo me he dedicado fundamentalmente al vídeo».
Vicente: «La unión de esos dos puntos de vista puede resultar muy positiva para el resultado final».
¿Pensáis que vuestro psicokiller es demasiado localista para provocar miedo fuera de nuestras fronteras?
Vicente: «La tuna es algo absolutamente conocido por espectadores de medio mundo. Todas, absolutamente todas, las universidades de Sudamérica tienen tuna. En muchas ciudades de Hispanoamérica se organizan certámenes veraniegos y son famosas las tunas de México y Buenos Aires. Y aún más. Las tunas son requeridas para tocar habitualmente en numerosos países de... ¡Asia! Y, muy especialmente, en Japón. El país nipón es conocido entre los tunos de España como el destino más apetecible por las enormes sumas de dinero que pagan a las tunas que van a tocar allí».
Pedro: «Aún hay mucha limpieza que hacer en las facultades españolas... Y la masificación de la Universidad no termina en España...».
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SIENDO AQUÍ MOSTRADAS ÚNICAMENTE CON UN FIN INFORMATIVO E ILUSTRATIVO
Menuda entrada más interesante Pablo :) La leeré y disfrutaré con calma :)
ResponderEliminarSí Marta, es muy interesante. Sobre todo se disfruta más si has visto y te gusta la película. ;-)
EliminarGracias por compartir esta entrevista Pablo, me ha parecido muy interesante ;-)
ResponderEliminarMe alego Jose. Siempre es un placer difundir contenidos de interés. ;-)
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